lunes, 15 de julio de 2024

TODAVÍA...


Hola, Isabela. En algún momento pensé que tenía que acostumbrarme a no volver a hablarte…pero mira, aquí voy de nuevo. Isabela no respondió, no se movió, solo lo miraba como queriendo descubrir o entender ese grito que desde dentro intentaba decirle algo. – Sabes. -Continuo -. El viernes me encontré a Gabriel. Dijo que si podíamos arrimar a su casa que nos quería mostrar algo que nos interesa. Isabela caminó hasta el fondo de la sala y se sentó sobre el sofá, junto a la ventana. Miraba a un habitante de la calle que se había detenido a escarbar en su basura. Cuando notó que ella lo miraba, le hizo un gesto con sus manos, desafiante. Pareció no importarle y siguió con los ojos fijos en algún lugar de la calle. – Pareces a la muerte. Repuso Isabela de repente. -Sí, ya sé, la verdad, no sabía cómo regresar, como aparecer de nuevo y la mejor manera que encontré fue sin avisar. Isabela se tumbó en el mueble y rompió en sonoros sollozos. Recordó que un par de años antes se había ido sin razón alguna, y su llanto se hizo aún más desesperado.

Los primeros días fueron difíciles. No era sencillo despertarse sola cada mañana. Se sentía perdida, sin saber qué hacer. Poco a poco se fue acostumbrando. Hasta que de repente se volvió una mujer tranquila y retraída. - ¡No me abandones! Su voz era de angustia y resentimiento. Miro fijamente sus ojos. Isabela lo rosó al pasar. Pudo sentir su aliento al alcohol. Cerró la puerta, subió a su cuarto. – En la nevera hay comida. Grito desde arriba.


 

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